Lo inicios de la musica
  9-haciendo memoria
 
         HACIENDO MEMORIA.
En 1977 el DJ Frankie Knuckles importa a Chicago las técnicas de manipulación de cintas que utilizaban los Djs neoyorquinos de la época underground del disco. Knuckles pinchaba sus cintas manipuladas en The Warehouse, pronto se convertiría en la meca de las fiestas del Medio Oeste americano. La música era una mezcla de disco, soul y funk en la que, gracias a las técnicas de Knuckles, unos temas se fundían con los otros dando una sensación de continuidad y de transición fluida que podía durar toda la noche. Además, Knuckles trabajaba la producción de los temas ajenos hasta que encajaban en su línea para The Warehouse: “Tenía que reconstruir los discos hasta que funcionaban para mi pista de baile. En ese momento no se estaba haciendo música de baile, así que cogía las canciones, les cambiaba el tempo y les añadía más capas de percusión” y todo eso sin la tecnología de ahora.
Si se tiene en cuenta que hasta entonces la música que se escuchaba en las discotecas de Chicago salía de los Jukebox, no es de extrañar que alguien que se tomaba tan en serio el baile se convirtiera inmediatamente en una referencia innovadora. A tal punto llegó la influencia de Knuckles que se bautizó al nuevo estilo con el nombre del lugar donde pinchaba: música house, pero eso es una de tantas versiones que corren por ahí.
 
En 1983, Ron Hardy sustituye a Knuckles como DJ residente en su nuevo club The Music Box. Las mezclas de Hardy eran mucho más directas y menos perfectas que las de Knuckles. Incluían elementos ajenos a la cultura gay del momento, como la electrónica europea o el sonido industrial, que atrajeron también a un público negro heterosexual. La guinda que acabó de popularizar la nueva música de baile fue la mítica falta de medida de Ron Hardy,

 que dormía en la cabina mientras se hacía cargo de sesiones de setenta y dos horas, un puro egoísta.
Nacía otra forma de difusión de la música: las warehouse parties o raves en las que se ocupaba un edificio (normalmente fábricas y almacenes abandonados) para hacer fiestas de una noche. La idea inicial de estas raves era pasar por alto las estrictas leyes inglesas de venta de alcohol, sin embargo, el escaso coste relativo de estas fiestas y el hecho de que fueran públicas y, en la gran mayoría de los casos, gratuitas o sin ánimo de lucro, hizo que se generalizaran muy rápidamente hasta desembocar en el “verano del amor” de 1988. A finales de este mismo verano los medios ingleses comienzan a hablar negativamente del tema por su asociación con el consumo de drogas. En un caso típico de contra publicidad, se produjo una escalada de las fiestas ilegales y en 1989 el gobierno endurece las medidas contra las raves promulgando una ley (que se conocería como “ley del acid house”), con la que se intentaba obligar a celebrar las fiestas en clubes legales.
Aunque las medidas del gobierno habían hecho necesaria una mayor capacidad organizativa para montar una fiesta ilegal, a partir de 1991 se produjo una segunda oleada de raves que llegó de la mano de los travellers, un colectivo nómada que viajaba por todo el Reino Unido haciendo festivales en tierras ocupadas y que ya había provocado una respuesta represiva del gobierno en los disturbios de Beanfield de 1985.
La alianza de travellers y ravers produjo las mayores fiestas ilegales que se hayan visto jamás en ningún país. En esta segunda oleada de raves el elemento de enfrentamiento con la política y la reflexión sobre el significado de las fiestas ilegales era mucho más visible que en el summer of love de 1988. Como decía un panfleto de la época refiriéndose al término free parties, “libres de las restricciones de los clubes que te roban, de los pubs de mierda, de los subnormales de seguridad y de los promotores enloquecidos por el dinero”. Algunos colectivos como Spiral Tribe estaban especializados en organizar fiestas interminables en lugares particularmente prohibidos por las autoridades, por ejemplo, se atrevieron con la ocupación de los mismos terrenos donde se habían producido en 1985 los disturbios de Beanfield.
La reina de las raves se produjo en Castlemorton Common en mayo de 1992. Una rave, que duró nada menos que una semana, y en la cual acudieron 40.000 personas, todo un record. En el período que siguió a Castlemorton se sucedieron las redadas de la policía, en algunos casos ultraviolentas, contra las fiestas ilegales y sus organizadores, especialmente contra Spiral Tribe. A finales de 1992 apareció la Criminal Justice Bill un cuerpo especial de la policía que castigaba con mucha dureza las fiestas ilegales y utilizaba los términos rave y “música repetitiva”.
Nadie más explícito que Luke Vibert, cuyo último compacto en Warp, una recopilación de maxis previos, se titula Lover´s Acid. Otro clásico de la electrónica que actualmente se inspiran en el género es Aphex Twin en su serie Analord y Squarepusher en su último trabajo, Venus nº 17. Dentro del comeback, otro puntal básico es Abe Duque, remezclador de superventas como Moby o The Chemical Brothers, Smile sigue haciendo de las suyas.
Otro de los cultivadores actuales del estilo es el sueco Jesper Dahlbäck, impulsor de lo que comienza a llamarse “la tercera era del acid house”. Así explica el fenómeno: “Podemos decir que el acid ha vuelto, pero no creo que se pueda hablar de un revival. En estos momentos, la escena electrónica es tan grande que no hay un movimiento fuerte, hay varios sonidos que ocupan espacio en los clubes. Decir ‘el acid vuelve’ suena extraño porque, en los días que corren es imposible que esta generación se divierta como lo vivimos nosotros.
Tanto ha sido la influencia de la música house, que, desde 2004 hay una calle en Chicago que lleva el nombre de uno de los pioneros del house: Frankie Knuckles, ¿Se imaginan encontrarse en España una calle dedicada a un DJ? ¿Avenida Ángel Molina?, no sería una locura, todo lo contrario, sería un tributo a todos aquellos que han contribuido directamente o indirectamente a poner en su sitio la historia de la música como se merece y no caer en el olvido, que todo lo contrario se puede decir hoy de quienes salen de ciertos concursos de tv y venden por su gran campaña de marketing, o su físico, ¿realmente nos gusta lo que escuchamos?, ¿o es lo que nos venden y vemos?
 Soul Jazz, esta discográfica lanzó dos volúmenes con la historia del acid de Chicago, bajo el título Can You Jack? (aquí los distribuye K Industria). Pete Reilly, uno de los directivos de Soul Jazz, explica que “hay decenas de recopilaciones con las canciones clásicas, así que nos hemos centrado en las joyas desconocidas. Es increíble lo contemporáneo que suena todo aquello, veinte años después de componerse, sólo hay que escuchar cosas como ‘Beyond The Clouds’ (Mr. Fingers) o ‘Phuture Jacks’ (Phuture)”y no pueden faltar en nuestros estantes para conocer más de este género.
 
   
 
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